viernes, 30 de julio de 2010

Ramiro Pinilla, Sólo un muerto más

A sus 86 años, Ramiro Pinilla, escritor vasco conocido sobre todo por su monumental trilogía Verdes valles, colinas rojas, publica una novela negra: Sólo un muerto más. No se trata de la típica obra de género, sino más bien de una especie de vodevil que bebe de los clásicos -como en su época lo hiciera (salvando las distancias) El Quijote con el género caballeresco- para dar una vuelta de tuerca y ofrecernos una obra muy particular. Su protagonista tiene, al igual que el ilustre hidalgo, ese punto de iluminación y locura que lo lleva a adentrarse en aventuras de las que no siempre saldrá ileso.

Más que nada en el mundo, Sancho Bordaberri deseaba ser escritor, anhelaba convertirse en un autor de la talla de Dashiell Hammett y Raymond Chandler. Su oficio, sin embargo, era el de librero. Empecinado en lograr sus sueños literarios, había escrito más de una docena de novelas policiacas. Las editoriales, a su vez, acababan devolviéndoselas con el mismo empeño que él había puesto en ellas. Tras la enésima devolución, Sancho se jura no volver a intentarlo y abandona la idea de escribir una novela al modo de sus ídolos americanos. Ata el manuscrito a una roca y lo lanza al mar. Sólo la noche y la playa de Getxo fueron testigos de su acto y de su decisión.

En esa misma playa, una noche del año 35, no muy lejos de donde se encontraba, se había cometido un asesinato. Un asunto turbio que nunca llegó a esclarecerse. Aunque pareciera el preámbulo de todos los crímenes que la inminente Guerra Civil dejaría por toda aquella geografía, aquel había sido cometido a sangre fría y con escarnio. La llegada de los nacionales lo único que hizo fue ocultar la identidad del asesino. Habían pasado diez años y nadie parecía o quería acordarse de quién planeó aquel ajuste de cuentas. Alguien se propuso asesinar a los gemelos Altube pero sólo logró su objetivo a medias. Los dejó sin sentido sirviéndose de la oscuridad, los encadenó a una peña donde se amarraba el palangre y dejó que la marea hiciera el resto. Acabó con la vida de uno de ellos. Leonardo Altube murió ahogado. Su hermano, Eladio Altube, se salvó por los pelos.

A raíz del recuerdo de este misterioso asesinato, la mente de Sancho Bordaberri comienza a escribir sin la necesidad de papel ni pluma. Su mente literaria funciona como nunca y todo porque va hilvanando acontecimiento tras acontecimiento con el fuerte hilo de la realidad, de aquello que realmente conoce. Retoma los escasos recuerdos que tenía del asunto y se propone asumir la identidad de su infravalorada creación literaria, Samuel Esparta, para esclarecer la muerte de uno de los Altube. Asimismo, se apoya y se beneficia del sentido común de la empleada que tiene en la librería, Koldobike, que no duda en animarle o corregirle cuando su nueva identidad le hace meterse en más líos de los estrictamente necesarios. Porque los golpes escritos en tinta no duelen, pero los que le propinan en un momento de la historia un grupo de envalentonados falangistas duelen y dejan marca. Sin embargo, a pesar de las amenazas de los fachas y de la reticencia a hablar más de la cuenta de los que vivieron de cerca el asesinato, Sancho Bordaberri logrará llegar hasta el fondo de ese crimen que no podía ni debía quedar impune.