viernes, 2 de octubre de 2009

Gerald Durrell, Las mejores historias sobre perros

Dedicado a Nina, que llena mi mundo de ternura

Difícilmente me viene a la mente un animal que posea más personalidad que un perro. Quien ha tenido uno en su hogar, sin importar la raza a la que perteneciera, lo lleva en su mente durante toda su vida. Por descontado, me refiero, como continuaré refiriéndome, a todos aquellos que amamos a estos insustituibles compañeros. Su presencia, su carácter, su nobleza, nos toca el lado más sensible de nuestro ser, a veces como pocos conocidos entre nuestros congéneres han logrado hacer. Todos los autores que habitan con sus historias en este volumen recopilado por Gerald Durrell se intuyen amantes de los perros y, lo que es más importante, admiradores suyos. Modestamente me uno a ellos, en el amor hacia estos seres capaces de lo más extraordinario, claro está, no en el talento literario, por descontado.

En mi caso, pronto se cumplirán siete años desde que una traviesa y juguetona cocker spaniel color negro-fuego entró como un verdadero torbellino en mi vida. (En estos momentos escribo estas palabras con ella acurrucada a mi lado. De tanto en tanto se levanta y me solicita alzándose sobre sus patas traseras su ración de carantoñas. Una vez satisfecha me deja escribir un rato más y ella vuelve a sumirse en su duermevela.) Recuerdo perfectamente ese día, el día de nuestra presentación. Fue un cruce de caminos insospechado, carente de cualquier lógica si se mira fríamente desde el tiempo. Es más, aquel encuentro nunca debió producirse: yo deseaba un gato. Todo esto me confirma que la vida es totalmente imprevisible y ésta es una de sus muchas demostraciones.

Entre todos los relatos destacaría el de Jack London, uno de los autores que contribuyó a mi despertar literario. Por lo tanto, mi elección puede deberse más a motivos sentimentales que artísticos. Dicho esto, lo que resulta indiscutible es que este escritor norteamericano sabía muy bien lo que escribía, algo imprescindible para elaborar una obra sólida, creíble y de calidad. Había vivido y padecido las vicisitudes del mundo indómito, de lo salvaje, de la supervivencia en parajes en los que pocas personas serían capaces de aventurarse. Sus personajes y, sobre todo, los perros que aparecen en sus narraciones tienen una fuerza que nadie, ni antes ni después de mister London, ha conseguido plasmar sobre una hoja en blanco.

Otros autores, como G. K. Chesterton, Virginia Woolf, Rudyard Kipling, aportan su particular visión narrativa sobre el universo canino. Todos aquellos que disfruten con la presencia de un perro disfrutarán con la compañía de este libro y con la lectura de los relatos que lo componen. Sus páginas están plagadas de imágenes que perdurarán en nuestro imaginario como los recuerdos que tenemos de nuestras propias mascotas.

Cuando puedo dedicarme a leer tranquilamente al anochecer, en la quietud de mi hogar, con las luces de las farolas del parque que se filtran entre el follaje de los árboles, Nina acostumbra a dormir a mi lado, pegada a mis pies. Ambos notamos, respectivamente, la respiración del otro. A veces sueña y comienza a agitarse, lanzando débiles gemidos que no llegan a ladrido y moviendo las patas como si corriera tras un pájaro. Yo levanto la mirada del libro (de éste que te aconsejo, por ejemplo) y sonrío al verla que en sueños es feliz y que vuelve al arroyo por el que hicimos la excursión la tarde anterior, cuando saltó al agua persiguiendo el rastro de una familia de patos que instantes antes ocupaban la orilla cercana y que levantaron el vuelo al vernos venir.