viernes, 21 de enero de 2011

Robertson Davies, El quinto en discordia (Trilogía de Deptford)


Sé que por mucho que me esfuerce nunca podré escribir como Robertson Davies, ni siquiera una página, ni un párrafo tal vez. Cuando comienzas a leer cualquiera de sus novelas te das cuenta de que posee el anómalo don de narrar, de contar una historia haciendo que sus lectores se aferren a sus butacas ávidos de más acontecimientos, sin ver el momento de abandonar el volumen que tienen entre sus manos. Esta virtud de hechizar al público sólo la poseen unos pocos elegidos, no se puede enseñar ni aprender, o se tiene o no se tiene, y desgraciadamente la mayoría de los mortales carecemos de ella. Por este motivo, cuando nos topamos con un narrador de este calibre debemos aferrarnos a su obra con fe ciega, intuyendo que todo lo que tiene que ofrecernos nos va a cautivar irremediablemente.

En la literatura de Robertson Davies nada chirría, todo fluye de una manera natural y harmoniosa, sin prisas, sin incongruencias. La elegancia de su prosa consiste en narrar sin que el lenguaje se convierta en un obstáculo para la transparencia de la historia. Aunque la literatura de Davies tiene tintes decimonónicos, su voz no suena anticuada, al contrario, es fresca, actual, maravillosamente reveladora. Como anécdota quisiera recodar un episodio que tuvo lugar ante otro de los grandes, John Irving, cuando Robertson Davies fue a visitarlo. El escritor americano estaba en compañía de su hijo pequeño y, tras presenciar el aspecto imponente de aquel visitante, alto y robusto, elegantemente vestido, con todo ese cabello blanco que le poblaba la cabeza, le preguntó amedrentado a su padre si era el mismísimo Dios quien estaba plantado en medio del salón del hogar familiar. Realmente debemos disculpar al hijo de Irving aquella comprensible metedura de pata, pues quien observe cualquier fotografía de Robertson Davies en su madurez podría llegar a la misma conclusión. Queda claro, de este modo, que su aspecto físico va acorde con su escritura. Y es más, a cualquiera que desconozca su biografía le sorprenderá saber que tanto ese personaje que parece extraído de un salón victoriano del XIX como la literatura que sale de su pluma hayan ocupado, en realidad, gran parte de la segunda mitad del siglo XX.

William Robertson Davies nació en la población de Thomasville, ubicada en la región de Ontario, Canadá, el 28 de agosto de 1913. Desde su infancia estuvo rodeado de un ambiente en el se primaba la cultura. Su padre, al igual que el padre del protagonista de El quinto en discordia, era propietario de un diario local. Ya desde pequeño participó como actor en funciones teatrales, ámbito y profesión que años más tarde se convertirían en el verdadero epicentro de su vida. Tras su paso por diversos centros educativos canadienses, viajó a Europa para estudiar en la universidad de Oxford, donde se licenció en Literatura en 1938. Más tarde entró como actor en la Old Vic Repertory Company, donde conoció a la joven Brenda Mathews, con quien poco tiempo después contrajo matrimonio. Acompañado de su esposa, regresa a Canadá en 1940, donde comenzará una exitosa carrera de autor dramático y columnista en diversos periódicos. A partir de los años 50 inicia su faceta como novelista, concretamente elaborando trilogías. La primera de ellas será la de Salterton, seguirá la Deptford y la de Cornish, y dejará inconclusa la de Toronto. Un total de 11 novelas, a cuál mejor, a cuál más reveladora y original. Durante la elaboración de la trilogía de Deptford – El quinto en discordia (1970), Mantícora (1972) y El mundo de los prodigios (1975) -, deja poco a poco el periodismo para dedicarse a la enseñanza en la universidad de Toronto y a la elaboración de sus magníficas obras. Robertson Davies falleció el 2 de diciembre de 1995 en Orangeville, en la misma región que lo vio nacer y en el mismo país en el que se consagró como uno de sus más grandes literatos de todos los tiempos. Su vida ocupó prácticamente un siglo, el mismo siglo que se ha caracterizado por los avances tecnológicos, y es un dato curioso de comentar ya que la imagen del autor que nos ha quedado parece más sacada de un daguerrotipo de época que de una fotografía digital.

Como anteriormente he mencionado, El quinto en discordia forma parte de la trilogía de Deptford. Deptford es la localidad canadiense donde transcurre gran parte de la acción de la historia y de donde proceden sus personajes. En un estilo muy propio del mismísimo Dickens, Robertson Davies nos introduce en este escenario donde se nos permite contemplar como privilegiados espectadores las consecuencias que determinados acontecimientos tienen en sus vidas. Es más, asistimos paso a paso a la suerte que el Destino les tiene reservados a cada uno de ellos y a su evolución personal. Lo más destacado de El quinto en discordia es su voz narrativa. Dustan Ramsay nos cuenta en primera persona su historia o, más bien, se la narra al director del centro académico del cual fue profesor durante más de cuarenta años. Recién retirado, Dustan Ramsay siente la necesidad de desquitarse de las falsas acusaciones y elucubraciones que giran en torno a él desde un alumnado que las utiliza para hacer chanza a su costa. Detenidamente, nos contará los sucesos que marcaron su vida y las de quienes le rodeaban, desde el accidente que marcó su niñez a causa de una simple bola de nieve, pasando por su vía crucis en las trincheras embarradas durante la Primera Guerra Mundial hasta su llegada a la enseñanza y su ferviente afición a la hagiografía, es decir, a la historia de las vidas de los santos. Durante su relato, Dustan Ramsay se detendrá en la relación que mantenía con otros personajes de Deptford, algunos tan diferentes y anómalos como el millonario Boy Staunton, la enigmática Mary Dempster o su desaparecido hijo Paul, alias Magnus Eisengrim.

Al tratarse de una trilogía, iré desgranando novela a novela mis opiniones a medida que vaya finalizando su lectura. De momento, sólo puedo decir que este primer volumen de la trilogía de Deptford es apasionante. Además de dejar en el lector el regusto de la buena literatura, nos da esa sensación de no estar saciados por completo y desear seguir leyendo todo lo que el autor aún tiene que ofrecernos. Tenemos la suerte que Libros del Asteroide ha publicado el conjunto de las trilogías de Deptford y de Cornish. De la última que Robertson Davies comenzó a escribir, Destino sacó al mercado en la década de los noventa sus dos primeras novelas. Sin embargo, es una lástima que a día de hoy encontrarlas sea prácticamente imposible. Por ese motivo y antes de que sea demasiado tarde, os aconsejo que os deis prisa en haceros con esos seis libros antes de que las modas pasajeras y los apuros económicos que sufren las pequeñas editoriales nos priven de ellos.

viernes, 7 de enero de 2011

Noah Gordon, La bodega

Noah Gordon publicó La bodega en 2007, como un sentido homenaje al país que tan bien le ha acogido tanto a él como a su obra, y prometiendo que no volverá a escribir ninguna novela más (dada su edad de octogenario, le da cierto temor pensar que la muerte le pueda sorprender a media redacción de una de sus voluminosas historias). La bodega es un libro entretenido, sin más, sobre todo para aquellos que aman (entre los que me incluyo) el mundo de la enología. En sus páginas se mezcla, en un perfecto coupage, la historia reciente de nuestros antepasados en tierras catalanas con el aroma del mosto fermentando en enormes barricas de roble. Y hay poco más que añadir.