viernes, 25 de febrero de 2011

Robertson Davies, Mantícora (Trilogía de Deptford)

Con Mantícora he roto una de mis principales reglas como lector: si un libro comienza a aburrirte, déjalo y vete a por otro. Ya estaba advertido sobre la calidad literaria de esta novela dentro de la trilogía de Deptford. Todas las críticas la calificaban como la parte más floja. De momento, a falta de leer la última entrega, esas voces llevan razón.

Si el narrador de El quinto en discordia era Dustan Ramsay, amigo del fallecido-asesinado Boy Staunton, en Mantícora el testigo pasará a David Staunton, hijo del malogrado empresario. Con este nuevo narrador cambiamos de punto de vista e incluso de estilo. La novela está construida como una continua serie de sesiones de psicoanálisis que David Staunton, tras la muerte su padre, realiza para bucear en su propio pasado y en el trágico destino de su familia. Para ello viajará hasta Zurich, donde la doctora von Hallen asumirá el papel de sagaz interlocutora. Sus “confesiones” irán tejiendo un nuevo punto de vista sobre la historia, que en ocasiones coinciden y a veces difieren de la primera versión proporcionada por Ramsay. Poco a poco se irá completando parte de un fresco tan amplio como desconcertante, donde queda patente que términos como verdad o realidad se diluyen cuando entran en escena tantos matices y divergencias.

El colofón a la trilogía es El mundo de los prodigios. Veremos qué tal. Pero todas las voces de las que hablaba anteriormente la ponen como la mejor de las tres novelas. Si tienen el mismo acierto que con Mantícora, Robertson Davies me proporcionará un placer como lector sin precedentes. Al menos eso espero, porque a estas alturas de la vida tengo asumido de sobras que sobre gustos no hay nada escrito.

viernes, 11 de febrero de 2011

Paul Auster, Sunset Park

Vaya por delante mi incondicional admiración a Paul Auster. Son muchos los años y muchas las novelas que arrastro en mi bagaje personal, en compañía de este autor neoyorquino que se ha ganado a pulso su merecida fama. Por este motivo, lamento que el primer artículo que escribo sobre él deba versar sobre su última novela, Sunset Park. Dentro de su variopinta bibliografía, con algunos comprensibles altibajos en su calidad (ninguno de los grandes se libra), esta obra se encuentra entre las más flojas de su producción literaria. Sin embargo, aclarado este aspecto, esto no debería ser un obstáculo para disfrutar de una novela modesta pero bien solventada, en la que deberemos degustar más la descripción y naturaleza de los personajes que el complejo intríngulis de su trama, algo a lo que nos tenía tan bien acostumbrados Paul Auster, con aquellos sorprendentes giros del destino provocados por el caprichoso azar y con aquel juego de cajas chinas en las que la realidad se confundía con la fábula.

Sunset Park
está construida a partir de una serie de voces. Aunque, aparentemente, la historia parece centrarse en la primera voz con la que arranca la novela, la de Miles Heller, a medida que la narración avanza va perdiendo fuerza su protagonismo para compartirlo poco a poco con otra serie de personajes que acabarán teniendo tanta importancia como él en el fresco que conforma esta obra. Miles Heller, un joven de veintiocho años, regresa a Nueva York tras casi un década de huidas por varios estados norteamericanos. Un desgraciado accidente hizo que tomara la determinación de abandonar la universidad y la casa paterna. En su deambular, ganándose la vida en trabajos de mala muerte, conoce en Florida a Pilar Sanchez, una chica de origen cubano a la que le falta un año para llegar a la mayoría de edad. Comenzarán una relación que deberán ocultar al resto del mundo (en Estados Unidos salir con una menor puede acarrear penas muy duras de cárcel), con la única excepción de las hermanas de Pilar. Aunque dan el visto bueno a la pareja, una de ellas, Angela, la mayor, trata de sacar provecho de la delicada situación. Miles se verá obligado a regresar a Nueva York hasta que Pilar cumpla los dieciocho. Pero no volverá con sus padres, sino que tomará la palabra a su amigo Bing Nathan, la única persona con la que había mantenido contacto durante todos aquellos años de ausencia, y quien le había ofrecido una habitación en una casa de un barrio de Brooklyn, Sunset Park. La particularidad de este ofrecimiento es que se trata de una casa ocupada, por lo que deberá transgredir la ley una vez más.

Una vez la acción pasa a la casa ocupada de Sunset Park, el resto de voces hacen su aparición. Entre ellas, sobresalen la del ya mencionado Bing Nathan (un idealista que lleva un negocio con un nombre tan peculiar como el Hospital de Objetos Rotos), la de Alice Bergstrom (una estudiante que está ultimando una tesis sobre la película Los mejores años de nuestra vida) y la de Ellen Brice (una joven que trabaja en una inmobiliaria venida a menos, con muchos problemas de autoestima y que encontrará en la pintura una salida a ellos). En este momento es cuando la novela se convierte en coral. Todos ellos son los inquilinos de la casa ocupada y alternan los episodios de su vida cotidiana en ella, exponiendo al mismo tiempo sus miedos y sus anhelos personales. Ya lo de menos es seguir con la historia particular de Miles Heller, incluso cuando hace su aparición su padre, Morris Heller, como una más de las voces narradoras.


El hilo argumental es lineal y previsible y quienes esperen llegar a un final revelador se sentirán tremendamente decepcionados. Como ya he comentado, ésta es una novela de personajes, por lo que hay que buscar el aliciente literario en la descripción más que en la construcción. Y aunque Sunset Park es una obra más que aceptable, estamos muy lejos de encontrarnos ante el mejor Auster.

viernes, 4 de febrero de 2011

Dennis Lehane, Lo que es sagrado

¿Qué mayor alegría hay que descubrir un día entre las novedades literarias un título ansiosamente esperado? ¿No es una sorpresa capaz de enderezarnos el día si nos hemos levantado con el pie izquierdo? Pocos placeres nos quedan hoy entre tanto estrés social y existencial. Éste es uno de ellos, por descontado. Lo que es sagrado (Sacred, en inglés) es la nueva entrega protagonizada por los detectives Patrick Kenzie y Angela Gennaro. Aunque se trata del tercer libro de la serie, ha sido el último en ser publicado. Tal vez sea el más flojo, pero no importa, se disfruta igual. La calidad de Dennis Lehane es tan alta que aunque baje el listón tenemos la garantía de pasar unos momentos inolvidables con su lectura.

Si a su incuestionable calidad literaria le sumamos su carácter afable, es normal que a este autor lo tenga en muy alta estima, por lo que cada nuevo libro suyo siempre se convierte en un verdadero acontecimiento para mí. Hace unos años Dennis Lehane visitó Barcelona para presentar la que por entonces era su última obra, Shutter Island. Tuve el honor de que me firmara un ejemplar en esa maravillosa librería anclada en medio de la Barceloneta, en el número 5 de la calle de la sal, todo un lujo para los que somos aficionados a la novela negra, puesto que es la única especializada en este género. En Negra y criminal (ése es su nombre, por si todavía queda alguien que no haya oído hablar de ella) se pueden hallar, aparte de la obra completa de Dennis Lehane, auténticas joyas prácticamente desconocidas para el público español. Además, si nos acercamos un sábado por la mañana, amablemente se nos invita a unirnos a su tradicional aperitivo de mejillones regados con vino. ¡Hay algo más auténtico y anacrónico en esta sociedad donde toman la batuta del mundo editorial y los hábitos de lectura las grandes superficies! Tras este paréntesis, volvamos a la obra que nos ocupa.

Como la mayoría de las novelas de la serie, Lo que es sagrado toma como arranque argumental la desaparición de una persona. Patrick Kenzie y Angela Gennaro son contratados por Trevor Stone, un multimillonario al que un cáncer le augura pocos meses de vida. Antes de morir trata desesperadamente de encontrar a su hija Desiree, desaparecida semanas atrás. Les cuenta que en aquella época se encontraba muy afectada por la traumática muerte de su madre y por el repentino fallecimiento de su novio. Sin embargo, Desirée no ha sido la única en desaparecer. También lo ha hecho Jay Becker cuando por fin había dado con ella, el mismo detective que se lo enseñó todo a Patrick. Al retomar el caso donde los informes de Becker lo dejaron, Patrick y Angela se topan con una secta religiosa ligada a una organización de dudosa naturaleza llamada Alivio de la Pena S.A. Tras obtener información mediante métodos no muy ortodoxos, descubren el cabo del hilo del cual pueden tirar para desenmarañar el ovillo. Del frío Boston viajarán a la cálida Florida, un espejismo de aparente perfección, siguiendo la pista de uno de los líderes de Alivio de la Pena. Jeff Price se ha fugado en compañía de Desirée con un par de millones de dólares sacados del tinglado que tienen montado en Boston. Al llegar a Florida todo el asunto tomará un cariz distinto y sorprendente. Nada resultará como Patrick y Angela se esperan y nadie parecerá ser quien dice ser.

Ya desde su primera obra, Un trago antes de la guerra (citada en este blog), este autor norteamericano se nos presentó como un maestro en el arte del diálogo. En esta novela no hace más que afianzarse y perfeccionar aún más este elemento literario tan menospreciado en ocasiones. Dennis Lehane borda sus diálogos y los carga con una ironía que lo hace único, sirviéndole para compensar la carga tremendista de muchas de las escenas en las que nos aboca. El empleo de este recurso es un acierto que ya empleó en su día uno de los padres de la novela negra contemporánea, Raymond Chandler. Ambos hacen que su protagonista combata la injusticia social ayudándose de buenas dosis de humor, aunque a veces resulte un humor un tanto agrio, cargado de desesperanza. Como buen sucesor en este linaje de escritores, Dennis Lehane (como muchos otros) hace suyo el legado y lo perfecciona bajo su prisma particular.

A finales del año pasado, Dennis Lehane publicó la última novela de la serie (la sexta), Moonlight Mile. Sin embargo, me temo que aquí tardaremos un tiempo considerable en poder disfrutar de su traducción. Pero al mal tiempo buena cara, como suelen decir, porque seguramente cuando menos lo esperemos, cuando caminemos cabizbajos tras un día nefasto, entraremos en una librería para sacudirnos el tedio antes de regresar a casa y volveremos a descubrir sobre la mesa de novedades la nueva obra de Dennis Lehane. Nuestro rostro sonreirá y un regocijo recorrerá todo nuestro interior, a sabiendas de las maravillosas horas que tenemos por delante, en esa evasión y en esa furia que compartiremos con Patrick y Angela, una vez más.