viernes, 3 de junio de 2011

Marilynne Robinson, Gilead

Reconozco que de tanto en tanto me gusta leer novelas en las que, aparentemente, no sucede nada. Lo que para muchos alcanza la categoría de interminable tostón, puede convertirse en un paisaje plagado de sutilidades si adoptamos el tipo de lectura adecuado. Hablo de narraciones introspectivas, historias de personajes, en las que se prima más el conocimiento que adquirimos sobre la naturaleza humana que la acción desencadenada por una serie de individuos.

Con sólo tres novelas en su haber (Housekeeping, Gilead y Home), Marilynne Robinson es una de las autoras estadounidenses más prestigiosas en el panorama literario. En cierto modo, recuerda el caso de la canadiense Anne Michaels: escasa producción y prosa plagada de música y poesía. Entre la primera novela de Marilynne Robinson, publicada en 1980, y la aparición de Gilead, hubieron de transcurrir veinticuatro años. Se trató de una espera sobradamente merecida, pues esta obra le valió el premio Pulitzer en 2005.

Nacida en Sandpoint, Idaho, en 1943, Marilynne Robinson se licenció en 1966 en Filosofía y Letras. Desde entonces ha combinado su faceta docente con la creación literaria, obteniendo, además del ya mencionado anteriormente, premios tan prestigiosos como el Hemingway Foundation/PEN Award (1981), el National Book Critics Circle Award for Fiction (2004) o el Orange Prize for Fiction (2009). Esperemos que su debut en el mercado español abra la puerta a la traducción del resto de su obra.

La novela se desarrolla en la pequeña población de Gilead, en el estado de Iowa. La voz de la narración es la del reverendo John Ames. Habiendo sobrepasado ya los setenta años y viendo próximo el final de sus días (unos problemas cardiacos así lo auguran), decide escribirle una larga carta a su hijo de siete, fruto de un matrimonio tardío con una esposa a quien dobla en edad. Pero más que una carta, John Ames escribe un dietario de todo aquello que acontece en el pueblo y sobre aquellas inquietudes y recuerdos que acuden a él cuando cae la noche o cuando contempla desde lejos a su joven familia o cuando mira atrás y ve un pasado en el que pequeños detalles adquieren la forma de pequeñas revelaciones. Ahí queda la historia del viaje junto a su padre en busca del abuelo Ames, repleta de momentos sutiles de una profunda belleza.

Poco puede decirse de la trama de la novela, porque no la hay. La obra es un mosaico repleto de piezas engañosamente inconexas. A groso modo, podría afirmarse que Gilead es una obra que examina hechos aislados del propio John Ames y sus conocidos, poniendo de relieve todas las contradicciones que acompañan al hombre a lo largo de su vida. Finalizaré con unas palabras que manifiestan la deliciosa prosa de Marilynne Robinson: "Nuestro sueño de vida terminará como acaban los sueños, abrupta y completamente, cuando sale el sol, cuando llega la luz. Y pensaremos, todo ese miedo y esa congoja eran por nada". Unas palabras para guardar en nuestra memoria y reflexionar sobre ellas cuando nos sintamos perdidos o desorientados en este mundo tan hostil.

2 comentarios:

Oscar dijo...

A mi me pasa algo parecido a ti. De vez en cuando entre novelas mas "sesudas" o en las que tienes que estar continuamente parándote a pensar que puede querer decir el autor por detrás de lo que estás leyendo o de otras en las que vas con el resuello perdido de ir siguiendo una acción trepidante, me gusta entremeter novelas en que solo pasa lo que lees que pasa, sin segundas interpretaciones o novelas en las que no pasa, como dices, aparentemente nada. Me relajan muchísimo. De casualidad me regalaron este libro (junto a otro que me gusto tambien mucho, "Swimming" de Nicola Keegan) y al leerlo de repente me encontre que era justo lo que necesitaba en ese momento. La narración de la Robinson me generaba una tranquilidad que era justo lo que necesitaba en ese momento. Lei Housekeeping que tambien estaba en mi opinion muy bién, aunque algo por debajo y "Home" que, ese si, ya me pareció excesivamente neutro y me aburrió un poco.

Buena selección de títulos.

Saludos.

José García Chamorro dijo...

La literatura es como la música. Según nuestro estado de ánimo o el momento que atravesamos en la vida o por muchos otros y variados motivos, a veces nos apetece escuchar un aria de Puccini y otras el guitarreo de los Rolling Stone. Cuanta más variedad, más riqueza interior. Por cierto, me apunto el libro de Nicola Keegan.

Un saludo muy cordial