Todos los que la conocían (y también aquellos que sin conocerla habían sido víctimas de alguna de sus lapidarias miradas de soslayo) sabían que Patricia Highsmith detestaba a la mayoría de las personas que la rodeaban y al mundo en general. Tal vez deberíamos sustituir el verbo detestar por despreciar y seríamos más exactos. Una evidencia indiscutible era que se encontraba mejor viviendo y escribiendo en soledad, con la única compañía de sus queridos gatos. Por este mismo motivo, sorprende cuando leemos su extensa obra el profundo conocimiento que tiene de los más oscuros recovecos del alma humana. Cualquiera diría que para que alguien llegue a poder plasmar en palabras ese aspecto psicológico debería estar sumergido constantemente entre personas y analizar su comportamiento sistemáticamente sin concederse tregua alguna.
El verdadero nombre de Highsmith era Mary Patricia Plangman. Nació en Texas, Estados Unidos, en 1921 y falleció, voluntariamente exiliada, en Locarno, Suiza, en 1995. Fue, como hemos mencionado, una acentuada misántropa y una acérrima alcohólica durante gran parte de su vida (“aptitudes” que incrementaban a medida que envejecía), pero ante todo fue una narradora extraordinaria. Tenía unas dotes fuera de lo normal para describir estados mentales y patológicos de hombres que, desde una aparente normalidad, eran capaces de cometer los actos delictivos más atroces y horrendos. El libro que nos ocupa, El talento de Mr. Ripley, es un claro ejemplo de ello.
1 comentario:
Me ha gustado mucho el artículo de Mr.Ripley. La verdad es que la histora de la escritora es muy interesante y me han entrado ganas de leerme el libro. ;) 1abrazo!
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