Uno de mis escritores preferidos es, sin duda, Michael Ondaatje. Siempre me he sentido identificado con su maravillosa poética. El lirismo de su prosa subyuga mi imaginación de un modo sólo parecido a como han conseguido hacerlo las primeras obras de Alessandro Baricco y, en cierta manera, la trilogía de la frontera de Cormac McCarthy. Porque antes que narrador, Ondaatje es poeta. Su primera colección de poemas, titulada The Dainty Monsters, data de 1967 y hasta la fecha lleva más de diez publicadas. En español sólo hay una edición bilingüe de su poesía publicada por Hiperión (Escrito a mano) y que además corre el riesgo de quedar pronto descatalogada.
Las páginas de sus novelas bien podrían estar dentro de uno de sus poemarios. Si esto es algo apreciable en la mayoría (El blues de Buddy Bolden, Cosas de familia, En una piel de león, El paciente inglés, El fantasma de Anil o la reciente Divisadero), aún lo es más en su primeriza Las obras completas de Billy el Niño. Aunque esta obra apareció en 1970 no ha sido hasta 38 años después cuando ha aparecido traducida al español. Si algo nos caracteriza a los lectores de Michael Ondaatje es la paciencia con la que tenemos que ver publicadas sus obras y buscar en librerías de viejo aquéllas que en su día lo fueron pero no tuvieron la fortuna de llegar a una segunda edición, desapareciendo del mercado sin ningún tipo de remordimiento por parte de los editores.
Ondaatje utiliza la figura de Billy el Niño y el paisaje del Far West americano para elaborar esta obra totalmente inclasificable. En una reciente entrevista, el propio autor ya dejó muy claro su modo de trabajo: “Para escribir necesito un tiempo, un paisaje y un lugar”. Mezcla de prosa, poesía y fotografía, nos introduce en la persecución que emprende Pat Garrett de Billy el Niño y su banda. El primero, perseguidor incansable, psicópata reinsertado en el cargo de sheriff, acabará dando caza y muerte al legendario forajido. Y es a través de éste último por quien nos llega una serie de versos - en ocasiones sórdidos y desesperanzadores, a veces reflexivos e intimistas – que se encadenan perfectamente con el resto de piezas de la obra. Si bien al principio resulta aparentemente inconexa esta amalgama de estilos literarios, al final acabamos percibiendo una imagen completa, un fresco de voces en el que la imaginación del lector participa realizando la conexión oportuna.
Este tipo de estilo más adelante será un referente en su obra. En la narración las voces se dan paso unas a otras sin ningún orden concreto. Y un tiempo cede su puesto a otro tiempo. Y un lugar se transmuta en otro lugar tan lejano como extraordinariamente desconocido, inquietante y sugerente.
Michael Ondaatje nació en 1943 en Sri Lanka, la antigua Ceilán. Poco antes de cumplir veinte años se trasladó a Canadá, donde vive desde entonces y donde ejerció como profesor universitario. Sin embargo, es reiterativo en su obra una introspección a su tierra natal, allí donde transcurrieron sus primeros años, aquéllos tan decisivos en la vida de cualquier persona. Debemos tener presente que la infancia y la adolescencia de un autor son la fuente, el germen, de su futuro corpus literario. En los siguientes versos (y a modo de conclusión) se puede apreciar esa mirada atrás, esa nostalgia tan necesaria para todo el que quiera elaborar una obra sólida y evocadora…
La última palabra cingalesa que perdí
Las páginas de sus novelas bien podrían estar dentro de uno de sus poemarios. Si esto es algo apreciable en la mayoría (El blues de Buddy Bolden, Cosas de familia, En una piel de león, El paciente inglés, El fantasma de Anil o la reciente Divisadero), aún lo es más en su primeriza Las obras completas de Billy el Niño. Aunque esta obra apareció en 1970 no ha sido hasta 38 años después cuando ha aparecido traducida al español. Si algo nos caracteriza a los lectores de Michael Ondaatje es la paciencia con la que tenemos que ver publicadas sus obras y buscar en librerías de viejo aquéllas que en su día lo fueron pero no tuvieron la fortuna de llegar a una segunda edición, desapareciendo del mercado sin ningún tipo de remordimiento por parte de los editores.
Ondaatje utiliza la figura de Billy el Niño y el paisaje del Far West americano para elaborar esta obra totalmente inclasificable. En una reciente entrevista, el propio autor ya dejó muy claro su modo de trabajo: “Para escribir necesito un tiempo, un paisaje y un lugar”. Mezcla de prosa, poesía y fotografía, nos introduce en la persecución que emprende Pat Garrett de Billy el Niño y su banda. El primero, perseguidor incansable, psicópata reinsertado en el cargo de sheriff, acabará dando caza y muerte al legendario forajido. Y es a través de éste último por quien nos llega una serie de versos - en ocasiones sórdidos y desesperanzadores, a veces reflexivos e intimistas – que se encadenan perfectamente con el resto de piezas de la obra. Si bien al principio resulta aparentemente inconexa esta amalgama de estilos literarios, al final acabamos percibiendo una imagen completa, un fresco de voces en el que la imaginación del lector participa realizando la conexión oportuna.
Este tipo de estilo más adelante será un referente en su obra. En la narración las voces se dan paso unas a otras sin ningún orden concreto. Y un tiempo cede su puesto a otro tiempo. Y un lugar se transmuta en otro lugar tan lejano como extraordinariamente desconocido, inquietante y sugerente.
Michael Ondaatje nació en 1943 en Sri Lanka, la antigua Ceilán. Poco antes de cumplir veinte años se trasladó a Canadá, donde vive desde entonces y donde ejerció como profesor universitario. Sin embargo, es reiterativo en su obra una introspección a su tierra natal, allí donde transcurrieron sus primeros años, aquéllos tan decisivos en la vida de cualquier persona. Debemos tener presente que la infancia y la adolescencia de un autor son la fuente, el germen, de su futuro corpus literario. En los siguientes versos (y a modo de conclusión) se puede apreciar esa mirada atrás, esa nostalgia tan necesaria para todo el que quiera elaborar una obra sólida y evocadora…
La última palabra cingalesa que perdí
fue vatura.
La palabra que significa agua.
Agua de selva. El agua de un beso. Las lágrimas
que derramé por mi aya Rosalin al dejar
el primer hogar de mi vida.
5 comentarios:
Hola Jose! Yo tuve un gato en mi infancia que se llamaba Billy por Billy el Niño...va en serio...se lo puso mi hermano...Ya entraré más a menudo a leer tus artículos ;)
Quiero un numero del jamón!!!! ^^
Ei Jose!! para que veas que si que te leemos aunque no te escribamos nunca, jejejeje! Haré la prueba va, mañana vienes sin perilla?? jajajajajajaja
Aféitate
afeitate? nada nada, rapado al 0!
xDDDD
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