viernes, 17 de septiembre de 2010

Dennis Lehane, Un trago antes de la guerra

Salvando con respeto las apariencias, a veces nuestras vidas se asemejan a la de Job. Una tras otra las desdichas se van cerniendo sobre nosotros. Cualquiera diría que, al igual que ocurrió con aquel buen hombre bíblico, Dios y el Diablo han vuelto a apostarse entre ellos cuál es el límite de nuestro aguante antes de desfallecer entre improperios hacia el Altísimo. Job fue fiel hasta el final y por ello benévolamente recompensado. Yo no poseo ni su tesón ni su aguante, por desgracia (aunque lo intento), y para sobrellevar los malos momentos debo recurrir a la sedación que proporciona la ficción de calidad. Por fortuna, desde hace un año RBA se ha decidido a publicar los primeros títulos de la magnífica serie de Dennis Lehane protagonizada por los detectives Patrick Kenzie y Angela Gennaro.

Todos los que habíamos leído hace ya unos años Desapareció una noche y Plegarias en la noche estábamos esperando estas entregas anteriores con una ansiedad que rozaba la desesperación, sobre todo por la incomprensión de que no salieran al mercado unas obras avaladas por la crítica americana en este género (por descontado, la mejor y más cualificada del mundo, aunque me pese reconocerlo). Independientemente de las opiniones aparecidas en The New York Times, USA Today o Esquire, comprar cualquier libro de Dennis Lehane siempre garantiza acertar con la elección y pasar horas placenteras con su lectura.

Un trago antes de la guerra es la irrupción en el panorama literario de Dennis Lehane. ¡Menuda entrada! Cualquiera que se digne y tenga la suerte de leer esta novela creería que su autor lleva una larga carrera en el oficio y nunca se plantearía que se trata de un debutante. Sus páginas denotan un estilo muy marcado que se verá afianzado en sus siguientes obras, a cuál mejor. Sin embargo, en su primera novela ya se aprecia una seguridad no muy usual en escritores primerizos. No extraña, entonces, que le concedieran el Shamus Award, uno de los premios más prestigios que puede conseguir un escritor novel del género negro.

Los episodios que se narran en Un trago antes de la guerra y la ironía que rebosan sus extraordinarios diálogos parecen salidos de alguien más curtido en la vida (contaba 29 años en la fecha de su publicación). Sin embargo, no debemos olvidar que Dennis Lehane, antes de poder vivir plenamente de la literatura, pasó por diversos oficios, entre otros como empleado en un centro de ayuda a niños que habían sufrido abusos. Esta etapa nunca la olvidará, refiriéndose a ella en muchas entrevistas y dejando claro lo mucho que le marcó. Cuando le escuchamos hablar de ese pasado en el que tuvo que enfrentarse a vivencias tan traumáticas, uno entiende por qué en gran parte de sus novelas son los niños las víctimas de la sociedad corrupta.

Dennis Lehane nació en 1965 (en la solapa del libro y en la wikipedia española consta el año 1966, dato erróneo) en Boston y se crió en el barrio de Dorchester. Precisamente éste es el escenario de la mayoría de sus novelas. Toda la serie de Kenzie y Gennaro transcurre entre sus calles y sus gentes de clase obrera. El Dorchester de Lehane es un crisol de culturas y de familias en su mayoría inmigrantes. Negros, irlandeses, italianos, todos tienen cabida en unos barrios delimitados por una línea imaginaria que el forastero incauto no siempre es capaz de ver con claridad. De origen irlandés como su propio protagonista, Dennis Lehane siempre advierte en una nota inicial que la ciudad de Boston la toma prestada para tergiversarla a su antojo, tomándose las licencias necesarias que le imponga su historia. A nosotros, la verdad, poco nos importa que tal calle sea exactamente como la retrata o que tal bar se encuentre en el lugar preciso que menciona o que simplemente llegue a existir en la realidad. Tanto nos da, y sobre todo cuando la narración nos ofrece un mundo de ficción sin fisuras.

La trama de Un trago antes de la guerra es sencilla, no hay grandes secretos guardados para un final sorprendente ni giros inesperados en la historia (sus próximas novelas ganarán en complejidad). A pesar de esa aparente simplicidad, el hilo argumental resulta sólido y suficiente para mantener en vilo a los lectores. Patrick Kenzie y Angela Gennaro reciben el encargo por parte de unos políticos para encontrar a Jenna Angeline, la persona encargada de la limpieza del despacho de uno de ellos. Al parecer la tal Jenna desapareció el mismo día que un documentos bastante comprometedores. Si a eso le sumamos que es negra, las sospechas hacia ella se incrementan el doble. Los dos detectives aceptan el caso sin saber dónde se están metiendo. A medida que comiencen a investigar comprobarán que Jenna Angeline sólo es la punta del iceberg y que lo que hay debajo es una más de las muchas demostraciones que nos muestran hasta dónde el hombre es capaz de llegar. Una tras otra se irán sucediendo escenas de corrupción, violencia, racismo y miseria que en ningún caso nos dejará indiferentes; todas ellas, eso sí, magistralmente narradas.

Para todos aquellos que no hayan leído todavía ninguna novela de Dennis Lehane, les adelantaré que el despacho de Patrick Kenzie y Angela Gennaro se encuentra ubicado en lo alto del campanario de la iglesia de San Bartolomé. Hasta ahora me había preguntado por qué diantres alguien tiene su maldito lugar de trabajo en un sitio tan surrealista como ese. Afortunadamente, y salvaguardando mi cordura, la respuesta se da en los primeros capítulos de esta entrega. Esto es lo malo que tiene no respetar el orden de publicación de una serie.

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